San Juan de Luz


Es una de las ciudades más bonitas y animadas de esta costa. Se ha convertido actualmente en un frecuentado centro turístico debido al atractivo de su bahía y sus playas.


La vista desde la oficina de turismo sobre el puerto pesquero y el cercano pueblo de Ziburu al fondo es muy hermosa.
Muy cerca se encuentra la animada plaza de Luis XIV, con su impresionante kiosco en el centro. Desde aquí se puede acceder a las calles de Gambetta o Republique, las más típicas de la ciudad y el lugar ideal donde adquirir un recuerdo.

Desde aquí se puede optar por acercarse al mar y la playa . El paseo maritimo es muy curioso, a un lado se encuentra la playa y en el otro están las casas a las que hay que acceder a través de puentes puesto que existen un desnivel.
Siguiendo el paseo martimo se puede continuar el paseo desde el faro hasta la reserva natural de Santa Bárbara.

El origen de San Juan de Luz hay que buscarlo en un pequeño poblado de pescadores vascos instalado en el estuario y sobre las marismas del río Nivelle. Su mismo nombre en euskera, Donibane Lohizun, hace referencia al primitivo carácter pantanoso de la zona (barrizal).

Su fortuna creció gracias a la caza de la ballena de Gascuña. Ya en el siglo XI sus habitantes, que estaban incluidos entre los mejores arponeros de Europa, se dedicaban en exclusiva a la productiva caza de la ballena. En el S.XVI fue punto de partida de las expediciones de los pescadores de bacalao a Terranova . A comienzos del siglo XVII, la progresiva disminución de las capturas y la dura competencia de los balleneros holandeses e ingleses obligó a los naturales de San Juan de Luz a dedicarse a otros menesteres marineros menos "nobles". San Juan de Luz se convirtió en "nid de vipères" (nido de víboras), como se denominaba a los corsarios.

Un solo acontecimiento histórico ha sido capaz de marcar para siempre la memoria de San Juan de Luz. Lo más curioso es que ese mismo momento de gloria fue el responsable final de un trascendental giro en la historia de España. Todo sucedió una soleada mañana del mes de junio de 1660, cuando en esta bella localidad de la costa vasca contrajeron matrimonio el entonces Rey de Francia, Luis XIV, y la infanta española María Teresa de Castilla. El enlace era la culminación de la «Paz de los Pirineos», que un año antes había puesto fin a más de cuatro lustros de guerra entre los dos países vecinos. Pero la boda real tenía una sutil trampa escondida: el pago de una exagerada dote por la novia.
Los franceses sabían que el depauperado «tesoro español» no podría hacer frente a los compromisos adquiridos, lo que fue utilizado por ellos como excusa para anexionarse varios territorios españoles en el Norte de Europa. Sin embargo, la jugada maestra del Rey Sol francés no llegaría hasta cuarenta años después, al conseguir instaurar en España la dinastía borbónica. Su nieto, el duque de Anjou, se convertiría en Felipe V.
En 1680 un maremoto destruyó casi por completo la ciudad.

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